Seis argumentos de salud contra el abuso del café descafeinado
En España se beben 14.000 millones de tazas de café al año, según datos de la Organización Mundial del Café, lo que nos sitúa entre los países del Mundo con mayor consumo de esta bebida infusión, aunque lejos de los valores de los países escandinavos, que nos doblan en consumo. De todos modos, es una ingesta notable de una bebida que se recomienda con moderación.
Se alerta mucho en materia de salud contra el café por los efectos de la cafeína sobre el sistema nervioso así como el circulatorio, avisando de que puede aumentar la tensión arterial y ser acicate de enfermedades cardiovasculares. Ahora bien, hay una cierta tendencia a creer que una vez convertido en café descafeinado, su peligrosidad desciende vertiginosamente.
Es cierto que la cafeína es su componente más polémico, y sin duda el que más problemas puede causar en situaciones de abuso de esta bebida infusión, pero no es el único; el café se compone de muchos compuestos más. La mayoría de ellos son buenos en una ingesta normal o moderada, pero pueden volverse en nuestra contra si se abusa del café.
Y esto es precisamente lo que ocurre en el caso de las personas muy cafeteras a las que se proscribe el café con cafeína, o que se lo autolimintan y se pasan al café descafeinado creyendo que de este modo pueden beber ilimitadamente sin riesgos. No es así: si bien eliminar la cafeína amplía la ingesta recomendable, el consumir grandes cantidades puede tener los siguientes efectos adversos.
Se ha visto en diversos estudios una franca correlación entre el café y el aumento del colesterol malo o tipo LDL, que es el que indica riesgo de problemas cardiovasculares. La razón se cree que está en dos compuestos propios del café, el cafestol y el kahweol, que siguen presentes en el café descafeinado e incluso en mayor proporción que en el normal debido al uso de la variedad robusta para este producto, más rica en ambos. Tanto el cafestol como el kahweol tienen propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas, pero en exceso pesa más su efecto sobre el colesterol de retirada celular o LDL.
El café es una bebida bastante ácida, cuyo pH se sitúa en un valor medio de 5 sobre los 14 grados de la escala de acidez alcalinidad. Además, diversos de sus componentes, no solo la cafeína, estimulan la secreción de jugos gástricos, por lo que un exceso de café contribuye a que las paredes del estómago y el intestino estén en exceso expuestas a estos líquidos corrosivos que pueden destruir la mucosa. Así, el abuso del café puede provocar desde reflujo gastrointestinal a colon irritable o úlceras en los casos más extremos.
Algunos estudios han constatado una mayor tendencia a la obesidad en personas que consumen café descafeinado habitualmente. Se cree que se debe a la añadidura de azúcar y leches enteras, así como de otros edulcorantes y cremas. Adicionalmente, en el café descafeinado se pierde el efecto excitante de la cafeína, que nos empuja al movimiento y a la aceleración del metabolismo, con lo que quemamos más grasas.
El café tiene un importante efecto diurético que es sano para estimular las funciones renales, pero que también puede interferir la captación de calcio y magnesio e incluso incidir en su perdida de los huesos, dando lugar a la osteoporosis. Ahora bien, con unas pocas tazas esta interferencia es baja o apenas sensible. No ocurre lo mismo en situación de abuso de descafeinados, donde la pérdida de iones por la diuresis puede ser notable.
El café entra en el top 10 de sustancias que manchan los dientes, por lo que su ingesta es un inconveniente para la estética dental. Este es un proceso en el que intervienen sus diferentes extractos vegetales colorantes, en especial los numerosos taninos, pero no la cafeína. Por lo tanto, por mucho que descafeinemos el café, seguirá teniendo taninos y manchando, sobre todo si bebemos descafeinado tal si fuéramos clientes de un bar de camioneros estadounidense. Además, la acidez del café también contribuye al desgaste del esmalte dental.
El café descafeinado tiene de media un 3% de cafeína en relación con el café normal, pero en situación de abuso en tazas, conviene multiplicar este porcentaje por el exceso respecto al equivalente a dos o tres tazas. Además, la cafeína no es el único componente que eleva la tensión arterial. Conviene tener en cuenta a la hidroxy hidroquinona, que aunque no es tan mayoritaria, también incide.