Mikki Kendall: «La pobreza o el acceso a la vivienda afectan a más mujeres que cómo llegar a ser CEO de una empresa»
«Rara vez se habla de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Problemas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, la atención médica, unos vecindarios seguros y unos sueldos dignos también son cuestiones feministas». Mikki Kendall (Chicago, 1976) ha escrito en Feminismo de Barrio. Lo que olvida el feminismo blanco (Capitán Swing) un revulsivo, una bofetada, un libro para pensar, para revisarse y para seguir adelante. Crítica con un feminismo que en ocasiones olvidó la calle, no solo como lugar de movilización sino también de aprendizaje, su defensa de la interseccionalidad supone una aportación a esa noción de feminismo amplio que busca sobrepasar los considerados temas o problemas de las mujeres para apostar por un movimiento que necesariamente tiene que cambiarlo todo.
Empieza el libro hablando de su abuela, que no se llamaba a sí misma feminista pero que sin embargo dice usted que es una de las mujeres más feministas que ha podido conocer. ¿Hemos despreciado este tipo de historias, de antecedentes, de referentes?
Lo que creo que pasa con las generaciones de nuestras abuelas es que las juzgamos retroactivamente. Ahora sabemos más sobre esos roles, pero así es el progreso: haces lo mejor que puedes con lo que tienes enfrente en cada momento. Eso hace que quizá les dejes a las siguientes las herramientas para tener acceso a derechos que tú no tuviste. Sus objetivos eran diferentes, sé que lo que más importaba a mi abuela fue atravesar la Gran Depresión, ser independiente económicamente hasta cierto punto de los hombres. No sé lo que afrontarán las generaciones que vengan, sé que lo que afrontamos ahora tiene que ver con el contexto que vivimos y que quizá no estamos respetando lo suficiente el hecho de que su manera de atravesar sus circunstancias también creó el camino para llegar hasta donde estamos ahora. Y ahora está en nosotras seguir y crear el camino para las siguientes, igual que lo hicieron ellas.
Es curioso cómo se ha repetido esa frase entre generaciones de mujeres, como consejo y aspiración entre abuelas, madres, e hijas: «Sé independiente económicamente de un hombre».
Hay mucha historia en esa frase, muchas experiencias que tienen que ver con ellas y con la gente que tenían alrededor. Financieramente, mi abuela no tenía mucho, no lo suficiente para vivir por su cuenta, pero más de lo que tenían otras mujeres. Incluso esa pequeña parte que tenía para tomar decisiones era enorme comparada con la de amigas suyas que eran totalmente dependientes. Podía tomar pequeñas decisiones económicas, desde luego no tantas como seguramente hubiera querido, pero podía tomar decisiones que seguramente otras mujeres que no tuvieron un empleo no.
Dice en el libro: «El barrio me enseñó que el feminismo es algo más que teoría crítica. No consiste en decir las palabras adecuadas en el momento adecuado. El feminismo es el trabajo que tú haces y por quién lo haces, eso es lo más importante». ¿Olvidamos a veces que el feminismo es también un movimiento, que es lo que hacemos, y no solo una teoría accesible para un grupo?
Cuando vemos que el aborto está en amenaza aparecen ciertas mujeres blancas que parecían no saber que eso podía pasar. ¿Por qué creían entonces que estaba protestando el resto de la gente hasta ese momento? Porque la gente que estaba protestando, por ejemplo, la gente que se manifestaba con el Black Lives Matter, te estaba diciendo que nos querían quitar nuestros derechos, que esa era la estrategia de los republicanos. Hay muchas mujeres blancas que votaron a los republicanos y que de repente caen en la cuenta de que van a hacer lo que dijeron que iban a hacer. Y creo que muchas mujeres del feminismo blanco mainstream quizá votaron pensando en su vida como el estándar medio: porque pueden trabajar o porque pueden tener cuentas bancarias sienten que no tienen que hacer en realidad nada más, que el feminismo consiste simplemente en darles lo que necesitan. Pero el problema sigue ahí, la misoginia sigue ahí.
¿Pecamos a veces de cierto elitismo? Como cuando repetimos que el feminismo se estudia, que hay que conocer el pensamiento de las teóricas… eso, que pretende reivindicar una tradición teórica y de pensamiento, ¿puede convertirse también en un recurso elitista que ignora a las mujeres que ‘hacen’ feminismo?
Pienso que el feminismo académico sufre el problema de la torre de marfil. La academia es segura, no es perfecta, pero hay quien cobra de media el doble del sueldo que una persona cualquiera. Una abuela no tiene por qué tener necesariamente la teoría, pero una de las mejores lecciones feministas que puedes enseñar a alguien es la de aprender a cuidar de una misma, la de ser económicamente independiente, porque esa independencia es la que te permite negociar como igual.
«Este libro explica que si una mujer pobre pugna por llevar comida a la mesa, si una mujer de barrio lucha por mantener los colegios abiertos, si una mujer rural lucha por tomar las decisiones más básicas sobre su cuerpo, todos sus problemas son cuestiones feministas y deben ser ejes fundamentales de este movimiento», escribe en su libro. Parece que el feminismo interseccional ha ganado fuerza en los últimos años, aunque también hay feministas que no parecen cómodas con esa idea porque consideran que es ‘cargar’ al feminismo con más tareas. ¿Por qué estas son cuestiones feministas y no demandas con las que ‘carga’ el feminismo?
Hay que explicar que, más allá de la teoría, hay asuntos que todas las mujeres afrontan y otros que solo sufren algunas mujeres. Pero si vamos a decir que el feminismo está aquí para todas las mujeres, de todas las comunidades, entonces tenemos que asumir los asuntos que afectan a una parte aunque no afecten a todas, y hacer algo para solucionar esos problemas. Honestamente, defiendo que asuntos como la pobreza, el hambre, las dificultades de acceso a la vivienda… tienden a afectar a más mujeres que otro tipo de conversaciones que tenemos sobre, por ejemplo, cómo llegar a ser CEO de una empresa. El mundo tiende a percibir a las mujeres como un monolito con las mismas experiencias y los mismos problemas en la misma medida y eso no es verdad. Sabemos que la experiencia de una mujer blanca o de una mujer negra puede ser muy diferente. O la experiencia de una mujer que no habla el idioma de la comunidad a la que ha llegado.
La interseccionalidad nos habla de que cuando pensamos en políticas o en los asuntos en los que vamos a enfocarnos, eso va a afectar de diferente manera a diferentes personas. Si nos centramos en las personas que tienen menos, todo el mundo se va a beneficiar de ello, en mayor o menos medida, mientras que si nos centramos en asegurar a quienes ya tienen más, todo el mundo pierde. Cuando decimos que queremos feminismo e igualdad no podemos decir que la queremos solo para la gente que tiene grados universitario o que ya tiene cierto éxito en su trabajo. Tenemos que fijarnos en la gente cuyo trabajo no se valora, en las que tienen sueldos bajos, en dar acceso a la educación… porque, si no, las consecuencias de esas carencias nos llegarán un día u otro.
Es usted muy crítica con las feministas que ven en los derechos de las personas trans una amenaza para las mujeres y para la agenda feminista.
Mucha de esa gente son intolerantes. Forman su identidad a partir de a quién pueden excluir. Hay una gran conexión entre el supremacismo blanco y la transmisoginia. Generalmente no debato sobre este tema no porque no tengo nada que debatir, la humanidad de un grupo de personas está fuera de discusión. Están poniendo en peligro la vida de miles de personas solo por su ego. Nunca nadie ha sido capaz de explicarme en concreto qué les quitan las mujeres trans. De hecho, esas personas lo han perdido todo, sus amigos, empleos, acceso a la sanidad… Parece extraño que que las mujeres trans, que son una pequeña parte de la población, tengan derechos sea amenazante para alguien. Creo que lo que esa gente tiene es fundamentalmente miedo, aunque no sé bien a qué.
De hecho usted alerta sobre el peligro de los discursos de odio, de cómo señalar y acusar a colectivos acaba por extenderse y a ser una amenaza para otros.
Sí, porque se empieza con las mujeres trans o con las mujeres negras y nunca acaba ahí, siempre sigue adelante. Cuando alguien diferente es el objetivo de esos discursos decimos: ‘Ay, no podemos creer que esto esté pasando’, pero es que después van a por ti, van a por mí. Siempre estamos reaprendiendo las lecciones del pasado, y sabemos que o todo el mundo está a salvo, o nadie está a salvo.
Sin embargo, defiende los conflictos internos son buenos y hacen más fuerte al feminismo. ¿Lo cree también en esta ocasión, en este tipo de conflictos de los que estamos hablando?
Precisamente porque están obligando a las personas a tener debates y conversaciones sobre la intolerancia, nos hará avanzar. No es cómodo, desde luego, va a seguir siendo incómodo, pero creo que nos empujará hacia delante. Es terrible ver a la gente declarase feminista mientras cuestionan lo que hay que hacer con tus hijos porque son trans.
Una de sus líneas argumentales ahonda en cómo las mujeres blancas podemos oprimir a las mujeres negras, latinas… Para muchas mujeres blancas es difícil asumir este discurso porque han vivido también las consecuencias del patriarcado, piensan que de alguna manera es injusto ese planteamiento.
Porque muchas mujeres blancas se han construido como víctimas del patriarcado de los hombres blancos. Pero hay que entender que todas podemos ser víctimas y también villanas al mismo tiempo, y tenemos que pensar en lo que hacemos. El patriarcado no existe en una nebulosa, la gente hace que exista. Las mujeres blancas intolerantes con las mujeres trans o con las mujeres negras están haciendo también el trabajo del patriarcado. Si quieres defender la igualdad y el feminismo eso también implica repensar cómo tú te comportas, consciente o inconscientemente.
En esa interseccionalidad habla usted de reconocer, no solo las circunstancias y necesidades de cada cual y de cómo se cruzan las opresiones, sino también de reconocer que cada grupo tiene su feminismo acorde también a esas experiencias y demandas. Menciona el caso del hiyab, que suele ser muy controvertido. Hay quien, también desde el feminismo, ha defendido que los colegios e institutos no permitan la entrada a niñas con velo porque de alguna manera es aprobar la existencia de una opresión, ¿qué opina?
¿Qué es más importante, permitir que las niñas y las chicas estudien y aprendan o discutir sobre la religión de alguien? Yo tengo claro que elijo que las chicas estudien, incluso aunque pensara que el hiyab es siempre una forma de opresión. Elijo hacer el colegio accesible para que además las niñas que estén obligadas a llevarlo tengan la oportunidad de pedir ayuda. Si no les dejas que vayan el colegio, la opresión entonces no viene del hiyab, viene de la persona que prefiere que una niña no vaya a clase.
¿Es optimista sobre el futuro?
Lo soy. Creo que vamos a tener que luchar, sabemos que estamos viviendo una reacción al progreso que hemos conseguido y vamos a tener que luchar, pero servirá.