La reforma de Sol no apaga la estela expandida del 15M
“La acampada del 15M convirtió una plaza dura como Sol en una plaza de acogida. Lo primero que se hizo fue alfombrar el suelo con cartones y generar sombra con los toldos. Fue un movimiento que consiguió transformar la plaza en un lugar donde se podía estar”. Así se expresa Julia Ramírez Blanco, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Barcelona y autora de “15M. El tiempo de las plazas” (Alianza Editorial)
En 2011 Sol dejó de ser la plaza de consumo y campanadas de fin de año para convertirse en un espacio en el que compartir sueños y rabia, y donde la construcción colectiva de otro mundo fue posible en forma de acampada. El Ayuntamiento de Madrid ha presentado este mes de febrero el nuevo proyecto de reforma de la Puerta del Sol con la propuesta ganadora de un concurso de ideas convocado en 2014 por el consistorio de Ana Botella, que no se llevó a cabo entonces. Según Ricardo Sánchez, del estudio Linazasoro&Sánchez, ganador del concurso: “La Puerta del Sol siempre fue un foro. La reforma plantea crear un espacio polivalente, que puede ser un ágora. En él puede haber un evento privado y también puede haber un 15M, por qué no. La Puerta del Sol es el espacio urbano más transitado de Europa y el segundo del mundo, y con la reforma será un espacio diáfano, para facilitar la fluidez”.
Con la reforma desaparece la ballena de Sol, la estructura de acceso a la estación de trenes de cercanías que se inauguró hace 13 años y que se convirtió en uno de los iconos del 15M. Junto a ella se celebraban asambleas multitudinarias todos los días, y su estructura de cristal se convirtió en un tablón de anuncios gigante con pancartas y carteles que viajaban pegadas a ella por todo el planeta. “Esa ballena intervenida era el escenario donde se celebraban las asambleas durante horas. Estaba llena de pancartas, papeles, mensajes, era un intercambiador de mensajes”, cuenta la investigadora Julia Ramírez.
Rocío Lanchares, autora de la novela “Hotel Madrid, Historia Triste” (Lengua de Trapo), que explora los años en torno al 15M, cree que “a la ballena le daba peso simbólico la asamblea que había alrededor, igual que lo tenían las fuentes en la medida en que la gente puso un huerto en ellas y sembró cosas, pero después de su desmantelamiento, dejó de tener ese valor.”
Ricardo Sánchez, arquitecto a cargo de la reforma de Sol, recuerda que “la ballena es de ADIF, corresponde a las instalaciones de cercanías. Es un elemento que no ha recibido buenas críticas, las instituciones se han puesto de acuerdo en que no es digno de estar en Sol. Además, su forma plantea problemas de seguridad, la gente puede subirse fácilmente y al ser una estructura opaca ha acabado teniendo mucha presencia en la plaza”.
Para Adolfo Estaella, profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid y muy activo en el 15M, “la ballena no es especialmente simbólica, esta es la enésima reforma en los últimos 15 años. Lo significativo de Sol es que la lógica que están aplicando, igual que hicieron en la calle Fuencarral y en Huertas, es plantear el espacio público no como habitable, sino transitable, no es para las vecinas sino para turistas y transeúntes. Igual que se ha hecho con Callao o Plaza de España, estamos hablando de un urbanismo eventual: basado en la realización de eventos. Al diseñar el espacio se está diseñando la vida urbana que se puede desarrollar en él, y Sol se va convirtiendo paulatinamente en un erial donde no hay nada”.
Lo mismo piensa Ana Méndez, arquitecta urbanista, que afirma que “hay una tendencia a hacer espacios limpios, diáfanos, sin esquinas, sin texturas, sin árboles ni bancos. En la práctica ese espacio es más fácilmente comercializable, se llena de actividades y ferias privadas. Se entiende el espacio público como un espacio de tránsito, y esto es un gran problema porque un espacio público vivo en el centro de una ciudad ha de ser un espacio de encuentro, de visibilidad, de contestación, y también productivo de muchas maneras y no solo mediante eventos y terrazas”.
Adolfo Estaella es crítico con el diseño de las ciudades hecho sobre la frialdad de un plano: “Ni el urbanismo ni la arquitectura quieren hacerse cargo de la complejidad que supone el rediseño de la ciudad, ese es un planteamiento soberbio porque no reconoce que la gente sabe pensar y conoce la ciudad que habita igual que los arquitectos”, y afirma que los procesos participativos emprendidos por el gobierno de Manuela Carmena, “fueron puras parodias, incluido Madrid Nuevo Norte o Plaza de España”. Plantea la necesidad de hacerse cargo de la complejidad urbana, y en esto concuerda con el arquitecto Manuel Pascual, del colectivo Zuloart, que apuesta por “una ciudad que esté dispuesta a habitar los conflictos en vez de una que lo que quiera es eliminarlos”.
Frente a esas decisiones municipales que, de un signo político u otro, delegan la responsabilidad en expertos sin contar con la gente, Pascual recuerda que “la política que se hacía en el 15M desde abajo no rehuía el conflicto sino que lo usaba para innovar, y en cambio desde las administraciones, y sobre todo desde las más neoliberales, lo que se busca es optimizar la gestión de los espacios públicos. Pero detrás del espacio público tiene que haber un proyecto de cuidados: en este caso, hay que limpiar la ballena”.
En la Puerta del Sol queda un vestigio físico del 15M: una placa colocada por el Ayuntamiento de Ahora Madrid en 2018 con la inscripción «El pueblo de Madrid, en reconocimiento al movimiento 15M que tuvo su origen en esta Puerta del Sol. Dormíamos, despertamos». Más allá de las señales físicas, la investigadora Julia Ramírez enumera los que considera símbolos del 15 M: “Una tienda de campaña, las pancartas de cartón autofabricadas que transmitían la idea de la expresión directa, el lenguaje de signos, y las propias asambleas”. La plaza en sí es un símbolo, añade, «el propio espacio tenía unos elementos, esa especie de chabolismo político generó toda una estética de toldos de lona azul, de cartón marrón, de reutilización de basura, de lenguaje en pancartas que se superponían, y cosas involuntarias como el anuncio de champú con la cara de Paz Vega». Se refiere Ramírez a la lona que cubría una fachada de Sol con un anuncio y que fue tuneada por gentes del 15M con distintas intervenciones y se convirtió en una especie de gran pantalla.
La escritora Rocío Lanchares cree que “la plaza en sí es el símbolo, ninguno de los elementos arquitectónicos se pueden entender como un símbolo del 15- M más allá del espacio lleno de gente, lleno de vida. Sin todo eso pierde significado”. Manuel Pascual, arquitecto de Zuloark, añade: “La acampada de Sol demostró otra forma de estar en la ciudad, íbamos allí y podíamos vivir de otra manera. Fue un espacio muy plural, luego se fue significando una postura política pero sobre todo al principio mucha gente se sintió identificada porque era un espacio con muy pocos prejuicios”. “Hay una versión pesimista que plantea que el 15M abrió un abanico de posibilidades que están desapareciendo y frente a eso yo tengo una visión optimista, creo que la ciudad sigue llena de su espíritu porque depende de la ciudadanía, no de la administración”, añade. Y pone como ejemplos a los huertos urbanos regularizados en Madrid que, más o menos apoyados, siguen vivos y son espacios urbanos llenos de conflictos “donde los vecinos bajan una silla y quedan a cenar en el espacio público en el huerto, riegan, y la gente se junta, aprende a hablar en público o a moderar una asamblea. Son cosas que se nos han olvidado que se pueden hacer en la ciudad”, apunta Pascual. A los huertos urbanos añade el movimiento de los jóvenes y el clima, o los colegios que desde el curso pasado toman la calle una vez al mes y reclaman las calles, paralizan el tráfico y exigen que niños y niñas puedan vivir en entornos seguros. “Son espacios herederos del 15M, nos permiten imaginar cómo podría ser la ciudad, nos hacen imaginar lugares maravillosos”, concluye.
En la misma línea piensa la investigadora Julia Ramírez: “El 15 M no fue solo ese tiempo, fue una onda expansiva que abarcó muchos rincones de la ciudad. Su legado está en los centros sociales ocupados, las asociaciones barriales, o en el movimiento feminista. Las mareas de sanidad o educación fueron una apropiación colectiva de los servicios públicos, y eso ha dejado una huella muy duradera en experiencias de autoorganización: las redes de apoyo mutuo durante la pandemia se solaparon con las asambleas barriales”.
Rocío Lanchares añade: “Cualquier desahucio parado o cualquier centro social son un símbolo del 15M. Y hay una cultura política mejor que la que había antes, la gente tiene mucha más conciencia política. Hay una serie de prácticas que tienen que ver con los cuidados, con la escucha del otro, con tener en cuenta que todo el mundo es importante y no solo una élite intelectual”.
El antropólogo Adolfo Estaella no cree que el gobierno de Almeida tenga la intención de borrar los símbolos del 15M con la reforma de Sol. “Ese partido es el que sistemáticamente ha estado transformando la Puerta del Sol, pero el PP no tiene la más mínima idea de qué tipo de ciudad quiere. Quizás no saben siquiera que la ballena pueda ser un símbolo del 15M, sino que quieren reescribir un nuevo Sol. Unos y otros van borrando el rastro de los anteriores, aunque sean del mismo partido. Es lo mismo que hizo Carmena con la Gran Vía o con la Plaza de España”, concluye.
La historiadora del arte Julia Ramírez, en cambio, cree que “la plaza de Sol es un símbolo del 15M y por eso cambiar el espacio es una acción política, desde entonces se ha hablado de varios proyectos de reforma y creo que tienen que ver con borrar esa memoria y evitar que ocurra algo parecido”, reflexiona. Y recuerda el cambio temporal de nombre a la estación de Metro de la plaza por Vodafone-Sol, que en su opinión fue una contraofensiva. Ramírez cree que “hay una vinculación en España entre el PP y las plazas duras. Es una visión muy ideológica, una visión del espacio público para el tránsito y el consumo. Es el modelo de la ciudad turística, que es como un gran escenario”.
En la misma línea Rocío Lanchares piensa que lo que se busca es la privatización del espacio público: «Llevamos tiempo viendo que se liberan las plazas de elementos arquitectónicos para alquilarlas para eventos o para terrazas. Ese proceso de gentrificación expulsa a las poblaciones y limita el espacio público fuera de las opciones de trabajar o consumir», afirma.
El 15M resignificó la Puerta del Sol, pero el profesor de antropología social Adolfo Estaella cuenta que sus estudiantes no tienen el más mínimo recuerdo, lo ignoran completamente. “Es fácil borrar la historia de las ciudades, que solo queda en la memoria de aquellos que la vivieron, que supieron qué significaba habitar en Sol una acampada”. Apunta Estaella vías para preservar esa memoria: “El Museo Municipal tal vez debería hacerse cargo. El Museo de la ciudad de Londres pidió pancartas y objetos al Ocuppy London del momento. Aquí lo intentó el Museo Reina Sofía que quiso alojar el archivo del 15M, pero el movimiento no quiso. Si los archivos se ponen en manos de la gente se convierten en aspiración, el archivo no sirve solo para guardar la memoria sino para aprender que la ciudad quizás pudiera ser de otra manera”, concluye.
“Creo que no hay que pensarlo solo desde la derrota”, dice la profesora Julia Ramírez: «El 15M ha lanzado casi más una energía que una demanda concreta y esa energía se ha ido concretando a lo largo de los años. Sirvió de activador y de fuerza e inspiración que generó muchas cosas y marcó a las personas que participaron. Todo eso son semillas que luego han ido floreciendo en otros lugares”, concluye.