Jornadas de 12 horas «o más» en las grandes consultoras: “No es ningún secreto, el horario es de nueve a nueve”

Lo que de puertas para fuera a muchos les pareció un «escándalo», dentro no sorprendió. La patronal de consultoras AEC ha propuesto ampliar las jornadas de trabajo ordinarias hasta las 12 horas diarias, algo que sonaba familiar a muchos trabajadores y exempleados del sector. «Ya se hacen», «será reducir a 12 horas, ¿no?», «quieren legalizar lo que ya hay», recogían algunos de los comentarios a la noticia publicada por elDiario.es. Varias personas empleadas por los gigantes de la consultoría en España, las llamadas Big Four (Deloitte, PwC, EY y KPMG) y otras multinacionales, relatan a este medio que las jornadas de 12 horas son «habituales» y están «totalmente normalizadas». Se alargan «incluso más» cuando hay que entregar algún proyecto o se dan picos de trabajo. «No es un tabú, ni ningún secreto, lo sabe todo el mundo», cuenta Pedro, empleado como consultor durante cuatro años.

Esas jornadas de 12 o más horas que conoce «todo el mundo», y sobre las que dan cuenta todos los trabajadores consultados, son ilegales a día de hoy. «En ningún caso, se podrán realizar más de nueve horas ordinarias diarias de trabajo efectivo», recoge el convenio colectivo del sector de consultoras.

Más de 100 años después de que España se situara como pionera en la regulación de las ocho horas de jornada, el Estatuto de los Trabajadores marca ese límite máximo de nueve horas de trabajo diarias, que puede ser ampliado en el convenio colectivo. Eso sí, siempre que se respeten el mínimo de 12 horas de descanso entre jornadas. Así, mientras muchos debaten sobre las jornadas de cuatro días o la reducción de horas de trabajo a la semana, y de cómo favorecer la conciliación, las consultoras intentan extender el horario de sus plantillas al máximo legal posible.

Pedro, que pide guardar su anonimato como el resto de trabajadores que dan su testimonio en este reportaje, entró recién graduado a una gran consultora que opera sobre todo en el sector de financiero. «Somos los subcontratados de los bancos», resume el exconsultor. El horario sobre el papel era de «nueve horas de lunes a jueves y de siete horas los viernes». Pero la realidad, otra muy distinta. «En épocas que he vivido bien solía trabajar diez horas u once horas diarias. Eso es lo habitual», relata.

En momentos puntuales, ante entregas o picos de trabajo, las jornadas se extendían más. «Días que tienes que estar hasta las dos de la mañana o así, 14 horas de trabajo por una entrega… Eso pasa, aunque yo no tuve muchos», dice Pedro con alivio, fuera del sector desde el año pasado.

elDiario.es ha preguntado a la Asociación de Empresas de Consultoría (AEC) sobre las prácticas laborales que relatan los trabajadores, pero no ha querido hacer declaraciones.

Diego, empleado como becario mientras finalizaba sus estudios en una de las Big Four, relata la misma experiencia. «El horario habitual era de nueve a nueve», explica. «¿Si hay picos de trabajo? No hay horarios. Y si te tienes que ir de la oficina, te llevas el portátil para seguir en casa». 

«No aguanté», dice Diego, «aquello era bastante insoportable». El joven subraya que se marchó porque no quiso ceder a estas exigencias de extensas jornadas, que se asumen por la gran mayoría de las plantillas. «Me negué a trabajar los fines de semana, me marchaba a las 8 o a las 8 y media, así que me echaron la bronca porque ‘no podía seguir con esa dinámica'», cuenta. «Cobraba unos 600 euros al mes», recuerda el joven, ya que era becario.

Incluir los sábados como parte de la jornada ordinaria, ahora de lunes a viernes, es otra de las intenciones de la patronal en la negociación del nuevo convenio.

No solo se trabaja de manera habitual por encima de las jornadas ordinarias máximas, sino que esas horas extraordinarias no se remuneran, coinciden todos los trabajadores consultados, abuso calificado como grave según la legislación laboral. «Es algo muy excepcional si se compensan o pagan. A lo mejor si has estado hasta las tres de la mañana varios días, puedes hablar con tu superior para tomarte algún día de vacaciones a cargo del proyecto, pero en general no son remuneradas ni se descansa», explica Pedro.

El Estatuto de los Trabajadores exige que las horas por encima de la jornada ordinaria –es decir, las nueve en este sector– deben ser pagadas o compensadas mediante descanso. El registro de jornada obligatorio, en vigor desde 2019, es una herramienta que debería reflejar el momento de inicio y fin de los profesionales de sus puestos, pero desde el sector explican prácticas para eludirlo como registros ficticios. Es decir, que las horas que se fichan son las del contrato, no las reales.

Los días de vacaciones a veces funcionan como contrapartida o «premio» por las largas jornadas, pero también tienen «trampa», dicen los empleados, porque muchas veces «no te puedes coger tantos días».

Aunque se ha conocido alguna queja aislada, la tónica general de la plantilla –alimentada de forma continua por muchos jóvenes recién graduados de alto nivel académico– pasa por «aguantar». Es la palabra más repetida en los testimonios de trabajadores. Aguantar para aprender, para optar a mejores salarios, para que les contrate algún cliente, para atesorar currículum… Aguantar.

«Cuando entras en una Big Four, lo haces muy joven, con poca experiencia y tienes una gran cantidad de trabajo, varios clientes y proyectos de los que aprender y que te pueden hacer crecer como profesional. El status quo es de largas jornadas, lo que te ofrecen es en parte sueldo y en otra parte aprendizaje: vas a salir en pocos años con mucha más experiencia que en muchas otras compañías durante mucho más tiempo», argumenta Javier, exauditor en uno de los gigantes de la consultoría y con una mirada menos crítica ante las largas jornadas.

«¿Estas jornadas están bien o mal? Si ambas partes deciden hacer eso sin coacción, pues ya está. Luego te colocas en puestos en los que no te colocarías de otra manera, con mejores sueldos», afirma el joven ‘ex Big Four’, como apunta que ha sido su caso. «Es lo que premia el mercado». Sobre la ilegalidad de las jornadas, Javier considera que «se hacen tantas cosas ilegales…».

La actitud de Javier es la más común entre «los que se quedan», explica Héctor, que estuvo trabajando como consultor algo menos de un año en una compañía participada al 100% por una de las Big Four y «cobrando el salario mínimo». «Me lo tomaba como una beca, porque con ese salario no te lo puedes tomar de otra forma», lamenta. Los que «aguantan» y aceptan el trato soportan largas jornadas –con más o menos resignación– a cambio de currículum («sales colocado»), de salarios no muy elevados de partida pero con mayores subidas anuales que en otras empresas y de la experiencia de haber gestionado importantes proyectos. Pedro relata que entró con unos 25.000 euros de salario, pero en cuatro años la cantidad había escalado a 35.000 euros. «El incentivo para quedarte es ese: el dinero», resume. «Ese es el acuerdo, das tu vida a cambio de que tu sueldo suba muy rápido».

Con años de experiencia, se va escalando puestos: junior, sénior, director, manager… Hasta llegar a ser socio, la meta de algunos que se traduce –aquí ya sí– en sueldos muy elevados. Por el camino, años de jornadas muy intensas en los que la conciliación se antoja muy difícil. «Tu vida cambia. Como todos somos muy jóvenes, se suele hacer mucha piña y, si encuentras un grupo bueno, hay muy buen ambiente de trabajo», valora Pablo, que reconoce que durante sus cuatro años como auditor no tenía tiempo para hacer tareas rutinarias tan normales como ir a hacer la compra, cocinar, ver a otros amigos o familia… «Eso no», reconoce, «es frecuente que haya problemas de pareja, es lo normal».

Ante la polémica por sus propuestas, la AEC subrayó que las compañías del sector son «líderes en la adopción de medidas de conciliación». «Si entras a las nueve y sales a las nueve, ¿quién cuida de tus hijos? ¿Cómo se puede hablar de conciliar?», critica Raúl de la Torre, coordinador del Sector TIC de CCOO y negociador del convenio colectivo en disputa del sector, de una escasa penetración sindical. «Las consultoras también son tecnológicas», recuerda, una tipología más invisible que la «estratégica y de mercado» y que está en auge gracias a la digitalización.

Entre las perjudicadas por las largas jornadas hay un momento en el que destacan las mujeres, advierte una trabajadora, ya que son las que se hacen más cargo del cuidado de los hijos. Las reducciones de jornada u otras medidas para conciliar ante estos ritmos de trabajo suponen un obstáculo para su promoción. «Es más difícil subir así, no vas al ritmo normal del resto, te corta la carrera», apunta.

Por otro lado están los que «abandonan» o «no aguantan» y pasan a formar parte de la altísima rotación de trabajadores en el sector. Las promociones de jóvenes de alta cualificación que entran cada año tras un exigente proceso de selección van perdiendo miembros en una sangría constante de salidas en los meses y años posteriores. «Un compañero lo dejó porque le dio un ataque de ansiedad», recuerda Pedro. Diego explica que, cuando anunció que se marchaba, su superior se echó a llorar. No se derrumbó por su relación personal, ya que le había criticado por no echar tantas horas como exigía el proyecto. «Creo que era porque ahora ella tenía que asumir mucho más trabajo», reflexiona.

Varios empleados y extrabajadores señalan las altas remuneraciones de los socios de las consultoras como parte del «sistema viciado» que «intoxica» al sector. Estos logran proyectos de clientes (entidades financieras como clientes estrellas, pero también de otras compañías y de la Administración Pública) que cuentan con un presupuesto determinado. «Con ese dinero tienen que sacar adelante el proyecto y, si meten a más gente trabajando, lo que se llevan se reduce», dice un ex empleado.

«Un día pregunté cómo podíamos los becarios tener tanta información y relación directa con los clientes, si no daba mala imagen. El manager me dijo que esa era la única manera de que esto saliera adelante. Si quieren mantener los enormes salarios de los socios, tiene que haber gente por debajo cobrando poco y haciendo muchas horas», apunta Diego.

Los límites a las jornadas y la obligatoriedad de descansar no son una cuestión baladí. Su fin último es la «salud y seguridad en el trabajo», recuerda la profesora de Derecho Laboral Ana Belén Muñoz, por lo que «su incumplimiento supone una infracción grave» de la legislación laboral. Aunque se pudieran legalizar las 12 horas de jornada ordinaria, mediante un acuerdo en el convenio colectivo, Ana Belén Muñoz reflexiona sobre la necesidad de una medida así. «Una persona que se ve abocada a trabajar 12 horas hace un esfuerzo adicional, que aquí no parece justificado. Esta actividad no es un régimen especial», sostiene la experta en Derecho del Trabajo, frente a otros oficios como los que atienden emergencias que sí pueden requerir en determinadas situaciones jornadas más prolongadas.

El 28 de abril se celebra el Día mundial para la salud y la seguridad en el trabajo, una buena ocasión para recordar que las largas jornadas son el factor laboral más letal, según una pionera investigación que la OMS y la OIT publicaron el año pasado. Según esta, las jornadas laborales de 55 o más horas semanales provocaron 745.000 muerte en un año por accidentes cerebrovasculares y cardiopatías isquémicas. Con jornadas de hasta 12 horas diarias, a la semana se hacen unas 60 horas de trabajo. Tras las cifras, están las personas, como Moritz Erhard, alemán de 21 años y becario de un banco en Londres, que falleció en 2013 tras trabajar casi 72 horas consecutivas.

Al igual que en otros casos faltan estudios, el riesgo para la salud de las largas jornadas laborales está muy documentado. Albert Navarro, doctor en Salud Pública y coordinador del grupo de investigación POWAH, advertía a este medio sobre cómo se multiplican las posibilidades de sufrir cardiopatías, así como ansiedad y depresión por la ‘alta tensión’ que enfrentan los empleados, que se define por una gran carga de trabajo y poca autonomía para enfrentar esta situación.

El doctor Albert Navarro remite a un estudio reciente que compila varias investigaciones sobre factores laborales y riesgos en la salud, publicado en el Scandinavian Journal of Work, Environment & Health. Los estudios encuentran vinculaciones entre las largas horas de trabajo (más de 55 semanales) y muchos daños en la salud, como los ictus, la obesidad, una mayor ingesta de alcohol, la depresión y la ansiedad, entre otros. También se halló una relación significativa entre estas largas jornadas y los abortos espontáneos y partos prematuros.

Desde las perspectivas más criticas con estas prácticas laborales se reclama que la Administración Pública tome medidas. A través de la Inspección de Trabajo, para sancionar los incumplimientos laborales. Pero no solo: el sector público es el segundo gran cliente de las consultoras. Según el último informe anual de AEC, el sector financiero se consolidó como el mayor demandante de servicios de consultoría, con un 34,8% del total de los ingresos obtenidos, que alcanzaron en 2020 los 14.538 millones de euros. El segundo mejor cliente fueron las administraciones públicas, que pagaron un «14,4%» de estos ingresos.

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